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Trastorno por Déficit de Naturaleza

Este trastorno va unido a la falta de experiencias y tiene su principal manifestación en la manera en que nuestros hijos se manchan, déficit de enganchones,de piedras en los zapatos, de barro, hierba y resina en las manchas de la ropa de nuestros hijos deben de ponernos en alerta y reflexionar sobre si nuestros hijos padecen o no este déficit. Los parques y recintos privados no cuentan,  no se corresponden con la definición de “naturaleza”.
Mi hijo pequeño se ensucia mucho… no es que me importe más allá de cuando tengo que lavar tender , planchar y guardar que es lo que más me cuesta de todas las labores domésticas, siempre digo en broma y en voz alta : “no vamos tan guapos para el trajín de ropa que llevamos”… Y es verdad. Y es que mi hijo sabe jugar y disfruta como nadie aunque sólo haya cuatro piedras y un palo, o precisamente por eso porque hay cuatro piedras y un palo, porque no necesita más. Siempre es el más sudado,  el más churretoso, el más cochinote y el más feliz.
Se de buena tinta que las experiencias van vinculadas a las manchas, tengo la teoría de que las consolidan, (las experiencias y algunas manchas que no hay quien las saque) y hoy quiero meditar sobre  la necesidad de todo eso y de la naturaleza, de la verdadera naturaleza para experimentar y jugar. “En los ambientes controlados no hay verdadera experimentación” dice Richard Louv, periodista y autor de ocho libros sobre las conexiones entre la familia, la naturaleza y la comunidad. Uno de sus libros “El último niño en los bosques” ha provocado un diálogo internacional sobre la relación entre los niños y la naturaleza. El libro ha desembocado directamente en cambios en la programación de la educación ambiental, como en la creación de centros de naturaleza, de espacios de juegos desestructurados con ramas, rocas y suciedad, y en un interés creciente en los centros  preescolares de educación ambiental. 
También es fundador de los Niños y la Naturaleza en la red www.childrenandnature.org , y acuñó el término Trastorno por Déficit de Naturaleza, que se ha convertido en la frase de la definición de este tema tan importante.

«Hasta hace 30 años, los niños jugaban entre los árboles o en el campo. Los niños de hoy ya no pueden tener los pies llenos de barro, correr hasta horizontes lejanos, colgarse de un árbol o recrear mundos con lo que hay disponible en la naturaleza. En solo dos generaciones, la infancia ha perdido su legado más preciado: el juego que se inventó hace decenas de miles de años.En los ambientes controlados no hay verdadera experimentación. Aunque precisamente el riesgo es lo que los padres desean evitar, es lo que más nos enseña y estimula la creatividad cuando se trata de encontrar soluciones» Richard Louv

Yo tuve una infancia de veranos en el campo, de bicicletas y churropicoternas, de pandillas de vecinos o de primos, de jugar en el monte Balonsadero (Soria)  o en la Dehesa  con sus árboles centenarios y en la vega  de Granada con las  plantaciones de maíz bordeadas de acequias. Esos fueron mis mejores veranos, tengo el album de la biografía de mi vida llena de instantáneas trepando árboles, montando en burro, inspeccionando cuevas, comiendo piñones de las piñas que luego nos servían de torpedos, chapoteando en charcos,”cazando” ranas, lagartijas y saltamontes, de baños en el río, en la alberca y también en la piscina. La playa apenas la recuerdo, hoy viviendo tan cerca, para mi pensar en las vacaciones siempre es lo mismo:  añoranza de árboles, campo y agua dulce y si hay animales mejor que mejor!


Pero es que entonces tanto mis hermanos como mis primos y vecinos estábamos acostumbrados al campo y a mancharnos y lo hacíamos de forma integral, como ahora mi hijo Nacho que lo llevas diez minutos  a cualquier sitio y vuelve como de la guerra… 
Y este verano me propongo rescatar alguna de esas imágenes que me predisponen para el verano y dejar que mis hijos experimenten en algún ambiente poco controlado, morderme la lengua cuando los vea trepar a árboles o rocas (por mí los vestiría de buzos con escafandra y todo )y encomendarlos al ángel de la guarda que cómo el mío más que de la guarda era de la gloria a juzgar por los escasas señales que me dejaron en la piel y en las rodillas aquellos veranos salvajes de los  que tan buenos recuerdos conservo.
 ¡Feliz verano cargado de naturaleza!


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