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Se me agotaron los cuarenta



Se me agotaron los cuarenta…todos los cuarenta.
Hoy sin remedio mi carnet cumple medio siglo, se dice pronto pero a mí me resuena como un eco en las entrañas que me dobla. De acuerdo que no hay otra opción – sin mentir-, mejor que cumplir años pero  el 50 es un numero al que no le tengo simpatía por muchas y diversas razones que no voy a enumerar.
Llevo todo el año anterior mentalizandome, queriéndome hacer amiga de esta nueva década que hoy empiezo, la vi venir de lejos y de reojo ya la veía que venía atravesada. La antipatía dicen que es mutua y va a ser verdad porque no ha habido forma de reconciliarnos.
La cincuentena y yo no nos gustamos.
Sé que habrá un millón de personas y sus razones para las que esta edad en la que ahora ingreso, les parezca maravillosa aunque de salud estoy estupenda -sin entrar en detalles (tocaremos madera)- yo hace mucho que me voy fijando y no le veo las bondades ni en mi propio cuerpo ni en los ajenos (de acuerdo, hay algunos hombres que mejoran con la edad, pero mujeres…¡que pocas...! Descontando a Michelle Pfeiffer y Elle Mac Pherson y hasta hace poco Sharon Stone también se conservaba muy bien, pasados los 50 el declive parece inevitable...

Pero photoshop y cirugías aparte, cuidándose, con ciertos retoques y trucos en el vestir, en el arreglo personal aún podemos salvar los trastos poniendo mucho empeño en lo de buena presencia. Lejos quedan los días en que una camiseta mona y unos vaqueros eran suficientes.
Pero sola y sin trucos frente a mi espejo  chivato y mentiroso, el mismo que hace años me convencía de que no estaba tan mal…ahora no puede mentir ni por piedad.
De arriba abajo ni mi pelo, ni mi piel, ni tan siquiera mis orejas son las mismas, yo creo que ni los dedos de los pies -la parte abdominal ni la mentamos-... por citar un ejemplo: el vello (que nunca fue mucho) ha desertado a rodales en sitios oportunos y ando al acecho por si por contrapartida le da por salir por donde no debe y es que no hace mucho  mi hijo de 5 años después de besar a una señora no quiso volverla a besar al despedirse porque decía que pinchaba... (¡tierra tráganos!)

Sin llegar a esos extremos (el tiempo y el  láser lo dirán) sí que es verdad que un día te depilas la ceja por la mañana y de pronto te rascas el entrecejo y te encuentras con un cañón que no sabes si es que ha salido por generación espontánea en ese exacto momento y con esa longitud -así de repente- o que la presbicia  te ha hecho pasarlo por alto y te planteas cambiar el espejo de aumento del baño por un telescopio…
Por otra parte -digo yo- que esa pérdida de nitidez en la vista no será a la postre una bendición maquinada por la sabia naturaleza que te va emborronando la mirada a medida que tu imagen también pierde nitidez y lozanía.
Hago un feedback de la otra crisis, la de los cuarenta que hoy me pilla tan lejos.
 La pasé también, ya lo creo, tal vez un poco adelantada, esas preguntas de hacia dónde voy y de dónde vengo, tenían una dimensión, si me apuras, más emocional y sentimental a aquellas que ahora me parecen tempranas edades cuarentañeras.
Aquella crisis se llevó por delante un estilo de vida sistematizado, monótono y erróneo y tiempo después dio paso a la persona –y sus circunstancias- que soy ahora… Y es verdad que con la edad algunas -y sólo algunas-  de las cosas mejoran… pero por dentro, porque lo que es por fuera, van quedando los vestigios de la mujer que una fue...que no es que fuera un bellezón, ¡ni mucho menos! siempre he sido una chica del montón...del montón más bien de abajo, pero es que las guapas de mi tiempo eran naturales, sin siliconas ni artificios y con aquellos patrones de belleza, los de toda la vida (90-60-90) a los que en un pasado no tan lejano, me aproximaba por pocos centímetros,por aquel entonces en el espejo me resultaba cómoda de mirar y sin presbicia!
Hace poco vi un tráiler de una película de la que no recuerdo el título, en que una chica se negaba a cumplir los cuarenta porque decía que aún le faltaban un par de años para hacerse a la idea y que se iba a instalar en los 38 hasta que se fuera acostumbrando al cambio de década…La entendí tan bien! que decidí cumplir 49 bis.


 Yo tampoco me siento preparada para inscribirme  de cincuentona o es que no quiero desterrar al Peter Pan que de alguna forma alimento al preservar las tradiciones infantiles y mi gusto por la fantasía, las hadas, los elfos, y las películas de Walt Disney. Ese ser que se niega a crecer o a madurar en unos poquitos y recónditos rincones de mi mente, se niega a desterrarse al país de Nunca Jamás… o tal vez y dicho  con propiedad soy yo, todo el resto de mi, la que no quiere ir a esa tierra sin retorno, donde ya algunos sueños son por ley natural imposibles, otros por sentido común y otros por imposición social (del tema laboral a los 50 hablamos en otro momento).

 Frivolidades aparte, cambiar de prefijo me está costando un disgusto.
Lo pienso y me doy cuenta de que toda esta disertación, toda esta exposición de estos pensamientos tan privados, no es otra cosa que cobardía.
Siempre he sido muy miedosa para enfrentarme a la vida porque se lo dura que puede llegar a ser cuando se le antoja someterte a pruebas ejemplares. De todas me quedan cicatrices  y las cicatrices se vuelven arrugas no sólo en el alma y no hay ni crema que las atenúe ni bisturí que las remedie.
Tal vez necesite ayuda para superar mi miedo a esta nueva década que hoy comienza, la certeza de que he vivido a buen seguro más de media vida y que para ello he invertido toda la juventud que correspondía, con toques de madurez a destiempo, que son los que hoy me hacen querer posponer un poco más lo que creo me faltó por disfrutar (sobre todo con los niños, que tanto se demoraron.) 
O tal vez busque –o funde- uno de esos grupos tipo Cincuentones Anónimos y consiga con alguna particular terapia acomodar tanta emoción incómoda que se me despierta con el tema de la edad y del tiempo:
 “Hola…Me llamo Mercedes y  he cumplido cincuenta años.”


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