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Un fin de semana bestial (2ª parte)

El viaje a Cazorla a Diana le resultó largo pese a que iban viendo una película, y a cada tanto nos decía aquello de “-¿falta mucho?” intercalado con un “-¿cuando llegamos?” y es que ni le atrapó la versión de Walt Disney del Jorobado de Notre Dam –a mi en su día tampoco-, ni el soberbio paisaje del sempiterno olivar jienense pese a que lucía espléndido con la primavera manifestándose por todas partes :con los bordes de la carretera jalonados de genista, margaritas, saponarias y amapolas pareciéndose el paisaje a un cuadro impresionista.
Nacho iba tranquilito, siempre se porta fenomenal en los viajes y nunca se marea, no así su hermana que antes de cada viaje tenemos que tener la precaución de darle una ampolla de “Cinfamar” que se toma muy fácil moviéndola un poquito en la boca como un enjuague y luego tiene que tragársela y le va de maravilla porque no se marea y no le atonta y apenas le da sueño.
Al llegar al “Paso del Aire” nos paramos a que vieran el paisaje y Diana se entusiasmó con todo lo que nos rodeaba: los árboles, las vistas formidables, la tierra removida que le explicamos que estaba así por las hocicadas de los jabalíes buscando comida y para coronar la toma de contacto con la naturaleza pasó por encima nuestro un buitre planeando, terminando así de entusiasmar por completo a los niños y haciendo que Diana se proclamara encantada con todo lo que veía. A partir de ese momento todo le parecía increíblemente bonito, interesante, lo preguntaba todo y no veía el momento de que viéramos algún animal, de hecho vimos unas cuantas vacas pastando y unos caballos de los que destinan a paseos turísticos atados a un poste cuando pasamos por Arroyo Frío y quedó entusiasmada.
Viéndola disfrutar así no veía yo la hora de que llegara el atardecer -que es el mejor momento para llevarlos al parque cinegético- para que vieran a los ciervos y a las cabras montesas que suelen ramonear por allí .
Llegamos al hotel, el “Noguera de la Sierpe” que ya conocíamos, es uno de los que más nos gusta porque además de ser muy confortable, tener muy buena ubicación e instalaciones, admiten mascotas –Bruna, nuestra perrita también vino con nosotros- y para niños es fenomenal porque tiene zonas verdes y un gran estanque con unas carpas enormes y patos, fochas y una oca, con los que alucinaron los dos y mucho más cuando al día siguiente después de desayunar pudieron darles de comer miguitas del pan que les dejamos coger del desayuno.
Tras instalarnos en la habitación nos fuimos en busca de algún sitio donde comer que por la hora y por ser sábado pensábamos que estarían todos llenos, nada más lejos de la realidad, los hoteles, los restaurantes del camino, todos estaban desiertos…
Hubo un tiempo, cuando yo era más joven en que tanto las sierras de Granada, como las de Jaén, como los Pirineos eran mi destino en vacaciones para poder practicar junto con el senderismo casi todos los deportes que pudieran hacerse en contacto con la naturaleza, por lo que durante varios años fui con frecuencia a la Sierra de Cazorla, y llegué a recorrer muchas de sus rutas tanto a pié, en coche o a caballo, para poder hacerlo incluso aprendí a montar tomando clases de equitación en Almería.(Juventud y osadía hacían maravillas, hoy no me reconozco en aquella chica intrépida que no dudaba en montar a caballo, bajar una pared vertical haciendo rappel o saltar en parapente...¡que lejos queda todo aquello!)
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A esta sierra venía siempre que podía, independientemente de que fuera verano o invierno y siempre que las condiciones climáticas lo permitían, ya que por aquel entonces mi condición física era buena y dependiendo de la condición económica del momento y de quienes fuéramos nos alojábamos en un sitio u otro, pues la oferta en esa zona es amplísima y podías alquilar una habitación por poco dinero o un apartamento en el Hoyazo, que salía muy económico cuando íbamos en grupo o si íbamos en plan mas tranquilito elegíamos el “Paraíso de Bujaraiza” que entonces era de una familia encantadora que lo explotaban con mucho mimo.
Por zonas la de Coto Rios o Bujaraiza eran las preferidas y por aquel entonces había lleno absoluto casi cada fin de semana. Es por esto que conozco bastante la zona y aunque ha pasado mucho tiempo desde aquello siempre cuento con esta sierra para cuando necesito una toma de contacto con una naturaleza accesible y por ello me pareció el mejor lugar para que nuestros hijos empezaran a apreciarla.

Comimos completamente solos en la pérgola del restaurante del hotel Paraíso de Bujaraiza, muy bien atendidos aunque ya no estaba la familia que lo regentara diez años atrás, pero en la carta llena de exquisiteces seguía habiendo de postre la tarta de zanahoria, receta de la dueña de entonces y que me supo tan rica como la que ella hacía.

Después de comer y de que Nacho hiciera de las suyas echando fuera la comida que no le gustó y que como una ardilla va guardándose en el buche. Tiene la habilidad de sólo reservar lo que no le gusta e ir tragándose lo que si con lo que parece que avanza en comer y cuando te pilla en descuido ¡zas! Saca afuera lo que se va reservando en una especie de regurgito interminable de una cantidad asombrosa para una boca tan pequeña.
Menos mal que para los viajes y fiestas de guardar le llevo una especie de baby que compramos en Ikea para cuando jugaran con las temperas y que es con mangas impermeable, y lava y seca en un momento.
Superado el incidente y mientras los cafés, los niños estuvieron jugando en el césped que teníamos delante en el que había un estanque con una rana….
La rana estaba inmóvil, con los ojos abiertos, buceando, como muerta… bueno sin como, el caso es que a Nacho le impacto mucho y a partir de ese momento ya no había en todo Cazorla nada que le interesara que no fuera “la lana” (la rana).


De allí nos fuimos a la Torre del Vinagre, el centro de interpretación de esta sierra y por razones de horario decidimos visitar antes el jardín botánico que está justo en frente y que recoge y explica los diferentes tipos de árboles, plantas y arbustos, la vegetación que podemos encontrarnos en la sierra agrupados por las altitudes donde se encuentran. En nuestra visita, y como no podía ser menos tras el descubrimiento de Nacho de la existencia de los batracios el punto caliente fue el estanque , desde que entramos al jardín los dos niños no hacían nada más que prestar atención a las ranas que se oían y fuente o charco que vieran allá que iban en busca de ellas.
En el estanque recreado para las plantas acuáticas tuvimos la suerte de ver saltar unas cuantas ranas y ya la apoteosis llegó cuando descubrimos en medio del estanque una rana que cuando croaba se le hinchaban los mofletes en dos globitos perfectamente redondos, la verdad es que me hizo ilusión verlo hasta mi, porque nunca lo había visto en vivo ni en directo y eso que de pequeña con mis primos en los veranos en Soria he cazado ranas hasta hartarme, y son de los recuerdos más divertidos de mi infancia y sobre todo cuando se trataba de coger ranitas de san Antonio, unas verdes muy pequeñitas que eran nuestras favoritas y que las cazábamos usando trozos de trapo rojos (no puedo explicar por qué, pero funcionaba...) Cuando pudimos arrancar a los niños del estanque- a pesar de que la rana ya se había zambullido hacía rato- nos dirigimos al centro de interpretación donde -aparte de lo de todos los centros de este tipo- muestran al natural rastros de los animales más emblemáticos de la zona: jabalíes, ciervos, gamos, cabra, muflon, zorro, garduña,¡hasta huellas de focha había! y así se puede aprender a distinguir por las huellas o la forma y tamaño de sus excrementos qué animal ha pasado por allí.
Cómo quiera que es muy fácil que luego te encuentres alguna cacarruta de ciervo o de gamo (que deben de ser muy parecidas y las debe distinguir un especialista) incluso de cabra o muflon según la altura y la situación en la que te encuentres, a los niños les gusta mucho comprobar que –aunque no los vean- si que viven o pasan por allí los animales porque las huellas y los excrementos dan fe de ello.
Para completar la visita nos acercamos a la piscifactoría que está muy cerca de la Torre del Vinagre y aparte de las peceras con distintos tipos de peces mas o menos grandes, con los que Nacho mostró cierta cautela, pudimos ver en el estanque que tienen para los visitantes unas carpas enormes y dos esturiones bastante grandes con sus manchas blancas y su forma alargada que se movían sigilosamente, apareciendo y desapareciendo según la profundidad a la que se movieran. Cuando los niños se cansaron de jugar a “donde está el esturión”, eran ya mas de las seis de la tarde, como el día estaba nublado oscurecería antes así que nos dirigimos al parque cinegético con la esperanza de que los niños pudieran ver algún ciervo.
Nada más salir de la piscifactoría nos encontramos un coche parado en medio de la carretera con las luces de emergencia, estaban observando un grupo de hembras de gamos (los gamos se distinguen de los ciervos por el color de su pelo y por su cornamenta, aunque al ser hembras solo se distinguían por lo primero) Diana estaba contentísima y cuando le dejamos unos prismáticos para que los viera ya no se que le hacía mas ilusión si los prismáticos o los gamos… En el camino hasta el cinegético iba hablando sin parar sobre los animales ...que si veríamos algún zorro, ....que si las serpientes, que si los lobos…haciéndose una película increíble! Llegamos pronto al parque cinegético, como apenas había gente resultó de lo más agradable poder recorrer el camino que es apenas un paseo e ir asomándonos por los miradores además tuvimos la suerte de que en todos había ciervos bastante cerca de donde nosotros observábamos.
Nacho los señalaba y hacía sonidos como quien llama a un perrillo y Diana los miraba y nos decía “mamá... papá....¡Bambi... ¡Nacho, mira Bambi”! y se refería a un joven ciervo con unos pequeños cuernos cubiertos de borra que recordaba ciertamente al universal ciervo de Walt Disney.
Estuvimos un rato observando los animales en cada mirador, en todos había algún grupo de ciervos, y en el último también pudimos ver como comía una cabra hispánica encaramada al comedero que para tal fin está allí colocado.
A Nacho lo que más le gustó del paseo fue un petirrojo que parecía estar jugando con nosotros porque no acababa de espantarse con la algarabía del niño y volvía a posarse cuando este ya parecía haberse distraído con otra cosa y se lo pasó fenomenal a pesar de que a el lo que le hubiera gustado ver eran ranas y no hacía sino nombrarlas.
Ya de vuelta en el hotel nos aseamos y nos pusimos ropa limpia –la que nos quitamos estaba toda embadurnada del característico barro rojo de la zona-, cambiamos las botas por zapatillas de lona y nos fuimos a cenar al restaurante que estaba muy animado con un grupo de moteros y varias familias. Comimos de maravilla los cuatro: dos salmorejos y dos habitas baby con huevo, dos truchas (una a la plancha y otra receta de la casa) dos platos de croquetas caseras y postre cada cual el que quiso, los niños yogurt y nosotros flan y arroz con leche, todo estaba exquisito y todos estábamos hambrientos, así que lo que puede parecer una burrada de comida entre los cuatro desapareció en un santiamén.
Nuestra habitación era tipo bungalows que consistía en una habitación grande y alargada con dos camas una de ellas inmensa y otra de noventa, había además un mueble con otra camita supletoria, un armario empotrado y un cuarto de baño completo también muy amplio. Los cuatro cabíamos perfectamente en la cama grande sin apretarnos, pero decidimos que Diana durmiera en la pequeña por estar mas amplios y porque Nacho –al que le descoloca mucho el dormir fuera de su cama- no hacía sino dar patadas y moverse, al final consiguió dormirse al menos un par de horas, trascurridas las cuales se depertó y consiguió despertarnos a todos por completo así que decidí pasarme yo con el a la cama pequeña y abrazaditos conseguí que se tranquilizara y volviera a conciliar el sueño, no así yo que me despertaba a cada tanto con una de sus patadas o sus brazadas estampadas en mi nariz, o casi me hecha de la cama al cruzarse totalmente. Como no quería que se volviera a despertar – ni ninguno se despertara de nuevo- acabé dormitando en posiciones imposibles, y aunque pensé en dejarlo sólo en la camita y pasarme a la grande con Diana y su padre decidí no hacerlo por miedo a que Nacho se cayese o se diera con la mesita de noche que iba entre las dos camas y tenía unos picos bastante pronunciados.

(Continuará...)

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